Cuando ya pensaba que Second Life no podía sorprenderme más, descubro esta mañana que ha vuelto ha conseguirlo. La noticia es la siguiente. Imaginad que os enamoráis de alguien que habéis conocido por Internet. Os casáis en la vida real y como los dos estáis enganchados a Second Life, también organizáis una gran boda en este mundo virtual. Hasta aquí todo bien, intercambiáis fluidos en la vida real, y bits y pixels en la virtual.
Sin embargo, pasa el tiempo, y como les pasa a muchas parejas, vuestra relación no es la misma de antes. Algo ha cambiado. Ha aparecido una tercera persona por la que os sentís más atraidos que por vuestro marido o vuestra mujer. De repente vuestra pareja descubre vuestra infidelidad y os presenta ipso-facto una demanda de divorcio.
Y si hasta aquí todo parece que se mueve según los cánones tradicionales que gobiernan las relaciones humanas desde que el mundo es mundo, lo sorprendente es que, en este caso, la tercera persona que se ha colado en el matrimonio de Amy Taylor y David Pollard no es otra es un avatar de Second Life que ejerce la prostitución.
Alucinado me he quedado. No quiero ni imaginar la cara que tuvo que poner el avatar de la buena de Amy cuando, mientras sobrevolaba fantasiosamente los mundos de Second Life observó como el avatar de su marido se lo montaba con una prostituta.
Según afirma en un diario británico la esposa ofendida no le va a ser fácil recuperar su vida después de este shock emocional: «Es algo que me dolió profundamente. No podía creerme que me hubiera hecho algo así. Estoy intentando rehacer mi vida. Nuestro matrimonio era muy serio. Es cierto que nos conocimos a través de Internet, pero la relación existió en el mundo real, y su traición me dolió profundamente».
Total, ver para creer.
