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Jueves, 18 Abril 2024

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Las bases de un buen líder: respeto y confianza

 

Todos sabemos que el gestor o el dueño de una empresa nunca va a ganar un concurso de popularidad, y es más que probable que se pierda más de una fiesta o una comida organizada por sus empleados. Sin embargo sí que puede llegar a ser respetado, y apreciado de forma sincera.

Conseguir ser respetado y apreciado, aunque muchos pueden pensar que es opcional, y que deben primar otro tipo de factores en las relaciones laborales, puede ser en cambio una de las claves del éxito o fracaso de una pequeña empresa.

Mientras que en una multinacional o en una gran empresa, el trabajador tiene la idea de que está trabajando para una empresa, para una marca, o para un concepto más o menos abstracto, en la pyme, el empleado tiene muy claro para quién esta trabajando, quién es el que toma las decisiones importantes y a quién ha de rendir cuentas. En este sentido, tal y como comentan en la revista «Entrepeneur», «una persona que confía y que respeta a la persona para la que trabaja, tiene un interés muy superior en que la empresa funcione, a otra que secretamente odia al dueño de la pyme en la que pasa 8 horas al día».

Aunque mantener una buena relación con nuestros trabajadores suena fenomenal, y seguramente es algo a lo que todo el mundo aspira, generalmente no es tan sencillo.Y si nos referimos a una época como la actual, en la que la crisis económica amenaza con hundir nuestra empresa, día sí y día también,  la cosa se complica bastante. Sobre todo porque ahora, nuestra máxima prioridad es vigilar nuestra cuenta de resultados, que la administración pública pague lo que nos debe, o poder acceder a la financiación.

Sin embargo hay que tener muy en cuenta que la crisis tarde o temprano acabará. Si sobrevivimos, las cosas volverán a marchar más o menos como lo solían hacer… y sin embargo hay algo que no podremos recuperar. Si hemos perdido la confianza y el respeto de las personas que trabajan para nosotros, por muy bien que vuelvan a ir las cosas, ya no la volveremos a recuperar. Esto a medio plazo, enrarecerá el clima laboral y probablemente tendrá un coste elevado para la empresa. Así, que si nos ponemos manos a la obray decidimos construir o reconstruir nuestra relación con el capital humano de nuestra empresa debemos tener en cuenta que…

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Evita la «ley del embudo»

Las normas de nuestra empresa han de aplicarse para todos de igual forma, sin excepciones. Y cuando hablamos de excepciones, nos referimos precisamente a nosotros. Por ejemplo si determinamos que el turno de comida es de una hora, nosotros hemos de ser los primeros en comer en una hora o incluso menos. Evidentemente no se trata de instaurar un «régimen nazi» pero como norma general no deberíamos tomarnos más libertades de las que otorgamos a nuestros empleados.

 

Comparte el trabajo

Seamos sinceros. Está muy mal visto que una persona con un alto grado de responsabilidad, descargue de forma arbitraria parte de esa responsabilidad sobre otros trabajadores. Este tipo de prácticas implican entre otras cosas, exigir más horas de trabajo de las necesarias de forma injustificada, o incluso pedir que se realicen actividades poco éticas. Al contrario, un jefe respetado es aquél que trabaja codo con codo con sus trabajadores, y que en la mayoría de los casos es capaz de percibir cuáles son sus necesidades y mostrarse flexible cuando es necesario hacerlo.

¿Por qué no nos podemos reir?

Está demostrado que la inmensa mayoría de las personas resultan más productivas cuando trabajan en un clima laboral agradable y distendido que cuando todo son malas caras, gritos, y contestaciones inadecuadas. También está demostrado que el humor, el tener un tiempo para desconectar a través de la risa, es la mejor forma de reducir los niveles de estrés de cualquier empresa. No se trata de convertir las jornadas de trabajo en un chiste continuo, sino de darnos cuenta que la seriedad extrema no nos conduce a nada bueno.

Reconocimiento

Son muchas las personas que, especialmente en tiempos de dificultades económicas, tienden a apuntar con el dedo y señalar públicamente los defectos de los demás, o los errores que se han cometido en una tarea o proyecto determinado. Sin embargo, se muestran mucho menos proclives a señalar tanto en público como en privado los méritos o el éxito alcanzados en el mismo proyecto o en otro diferente, porque para ellos «es algo que debe darse por descontado». Probablemente este tipo de práctica es la principal forma de desmotivar a cualquier trabajador del planeta. 

Una práctica inteligente es exponer los defectos o los problemas con el trabajador, siempre en privado, y reconocer privada o públicamente sus méritos.

Comparte la información disponible

Una organización, por motivos obvios, no debe ser completamente transparente para sus empleados, pero tampoco completamente opaca. Las decisiones que se toman han de tener un por qué, y así se lo debemos transmitir.  Y no sólo se trata de comunicar decisiones, también hemos de compartir (hasta cierto punto) cuál es la situación económica de la empresa, por qué estamos realizando ciertos recortes, cómo nos está afectando la crisis, etc.

 

 

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