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Viernes, 19 Abril 2024

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Hablar en público: seguridad, claridad, retórica

 

Hace unas semanas explicábamos algunas claves para preparar una buen discurso, independientemente del tamaño de nuestra audiencia. En esta ocasión repasamos en cambio algunas pautas que hemos de tener en cuenta en el momento que realizamos la presentación.

Elementos como la confianza, la seguridad y claridad de nuestro discurso, el uso apropiado de pausas o la retórica pueden ser imprescindibles para darle fuerza a nuestro «speech» y convencer a nuestra audiencia.

Confianza y seguridad

Es normal que la primera vez que damos un discurso (o incluso si somos oradores experimentados) durante los primeros momentos nos sintamos incómodos, nerviosos... hasta que llegamos a dominar la situación. El mejor antídoto para evitar estos «malos momentos iniciales» es ensayar previamente una apertura de nuestra presentación. Algunos rompen el hielo con una broma, otros prefieren iniciar con una cifra o un dato sorprendente sobre el que construir la primera fase de su locución, etc. 

Tenemos que tener muy en cuenta que la audiencia va a captar enseguida nuestro «estado de ánimo». Si empezamos nuestra comparecencia de forma insegura o dubitativa, lo van a notar y como consecuencia el resto de nuestro discurso va a tener un impacto menor. Una apertura brillante (incluso grandilocuente) puede ser la mejor arma para captar su atención.

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Mirar a los ojos

Tanto si contamos con una audiencia de 400 personas como si sólo se han reunido 5 en un despacho, tenemos que tener en cuenta que han venido porque quieren vernos a nosotros, escuchar lo que tenemos que decir. En este sentido, una muy mala estrategia consiste en «escondernos» detrás de nuestras notas, leyendo el discurso como si de una oposición de tratase.

Es importante en este punto que seamos capaces de mirar directamente a nuestro público, hablar de memoria, pero a la vez siendo capaces de improvisar, de dar un toque personal que mantenga siempre el nivel alto.

 

 

Hablar con claridad

La voz es nuestra principal herramienta de trabajo y por lo tanto, debemos cuidarla al máximo. Debemos hablar con claridad, sin prisa, vocalizando todo lo posible. Lo más sencillo para no «trabarnos» es utilizar frases cortas y asertivas. Aprende a controlar el volumen de tu voz (no hables para tu cuello) y si es posible, aprende a proyectar tu voz de forma que no fuerces tu garganta más de lo necesario. En caso de que tengas que hablar ante un auditorio numeroso acostúmbrate a utilizar el micrófono (no es tan sencillo como parece). 

Modula tu voz. No utilices siempre el mismo tono (no somos robots), cambia la velocidad de tu discurso cuando lo creas necesario, enfatiza sobre las partes más importantes, e incluso «grita» si captas que tu público se aburre o se siente «demasiado cómodo» en su butaca.

Algunos toques de retórica

Tal y como comentar en Lifehack, una de las principales armas de Barack Obama durante su campaña presidencial fue su inteligente uso de mensajes retóricos en sus discursos. Un ejemplo de retórica clásica conocida como la «regla de tres elementos»  es cuando decimos: «queremos hacer x, podemos hacer x, y vamos a hacer x». De vez en cuando alguna pincelada de retórica puede ayudarnos a enfatizar ciertos puntos de nuestro dicurso, dotándoles de más fuerza.

No obstante, la retórica es algo de lo que no debemos abusar. Un discurso excesivamente retórico corre el riesgo de resultar hueco, sin sustancia, de forma que muchos de los asistentes pueden juzgarlo de artificial.


Uso de las pausas

Una de las armas más poderosas con las que cuenta todo orador es su capacidad para gestionar los tiempos y administrar las pausas. Si las utilizamos con cuidado conseguiremos reforzar el interés de nuestro público. En cambio un discurso sin pausas o lo que es peor, un discurso excesivamente pausado suele conducir al tedio y al aburrimiento.

No pasa nada si nos olvidamos de…

Como hemos explicado antes, la forma más natural de dar un discurso es olvidarnos de las notas y apoyarnos eso sí en algunos punto claves que nos permitan hilar el mismo. El único inconveniente de este método es que aunque dispongamos de una excelente memoria, es probable que olvidemos algunos elementos que queríamos entregar en nuestro dicurso.

Muchos cuando notas que se han olvidado de algo que tenían que decir comienzan a ponerse nerviosos, intentan retomar el hilo anterior y en general consiguen crear más confusión que otra cosa en su atónita audiencia. Lo que no tienen en cuenta es que su audiencia no saben que se ha olvidado de algo por decir, y por lo tanto no espera una rectificación o una «marcha atrás». Hay que tener en cuenta que no es tan importante lo que decimos, sino cómo lo decimos.

Un gran final

De la misma forma que es importante ensayar un gran principio, también lo es tener preparado un gran fnal. Lo ideal es finalizar con un breve resumen de nuestro discurso en el que volvamos a «colocar» alguno de nuestros mensajes clave y concluir con un «toque personal».

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