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Jueves, 25 Abril 2024

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Murphy, Dilbert y otros principios en la empresa

Muchas veces tenemos la sensación que el mundo empresarial se rige por ciertos principios que satirizados en cientos de libros y tiras cómicas conducen a la empresa y a sus empleados a un destino inevitable.

Nos referimos a axiomas humorísticos como el Principio de Dilbert, las leyes de Murphy o el también Principio de Peter, aunque hay muchos más. Y es que si la fatalidad va a caer sobre nuestra empresa, más vale que estemos prevenidos. En MuyPymes hemos recopilado alguno de los principios más conocidos y populares.

El Principio de Peter

Una de las leyes más famosas del mundo empresarial es el conocido como «Principio de Peter». Fue acuñado por Laurence J. Peter en su libro The Peter Principle, y según sus defensores, puede comprobarse a diario en miles de empresas de todo el mundo. El principio asegura que «En una jerarquía (organización o empresa) todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia».

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La lógica subyacente en este principio es bastante sencilla. Explica que  los responsables de seleccionar una persona para un nuevo puesto se fijan en primer lugar en la propia organización. Si un empleado existente cumple bien su actual cometido, dichos responsables de la selección deducen a veces equivocadamente a que la misma persona será igualmente competente en su nuevo cometido.

El empleado en cuestión asciende automáticamente hasta llegar a «su nivel de incompetencia», es decir se le asigna un puesto para el cual no está preparado y acaba fracasando. Se trata de un axioma bastante válido, y que hay que tener en cuenta en los procesos de selección de personal.

 

 

Principio de Dilbert

Estamos seguros que buena parte de nuestros lectores lo son también de la fantástica tira cómica creada por Scott Adams en 1989. A pesar de que ya había publicado algunos libros satíricos sobre el mundo de la empresa, el conocido como Principio de Dilbert no fue desarrollado en toda su profundidad hasta 1996 cuando el Adams le dedicó todo un libro satírico, de obligada lectura en muchos MBA.

Dicho principio asegura que «las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar».

Se trata en realidad de una variación del Principio de Peter que hemos visto anteriormente, pero le añade un toque de humor que le otorga entidad propia.

Ley de Parkinson

Citando literalmente la Wikipedia, la ley de Parkinson afirma que «el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine». En una burocracia, esto es motivado por dos factores: (1) ‘Un oficial quiere multiplicar sus subordinados, no rivales’ y (2) ‘Los oficiales se crean trabajo unos a otros.’

Esta observación fue realizada por Cyril Northcote Parkinson en 1957 como fruto de sus investigaciones en el Servicio Civil Británico.

En nuestra opnión dicha ley sigue vigente no sólo en ministerios y otros organismos burocráticos sino también muchas grandes (y medianas) empresas a las que les encanta vivir dentro de un sistema de procesos burocráticos que entorpecen el trabajo de todos sus empleados.


Ley de Godwin

 

La Ley de Godwin, más que con la estructura de una empresa se relaciona con la interacción social que se produce dentro de ella, aunque comúnmente se ha aplicado a los grupos de discusión en Internet, (grupos de noticias, foros, blogs y chats).

También conocida como la «regla de analogías nazis de Godwin», asegura en su enunciado que «A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los Nazis tiende a uno».

Esta ley que tiene tantos defensores como detractores resumen el espíritu de muchas personas que para querer «ganar» una discusión acaban esgrimiendo un argumento maximalista o un ataque ad hominem.

Es decir  «tu estás equivocado porque tu posición es comparable a la de los nazis». Lo curioso es que Godwin asegura que la comparación con los nazis en la mayoría de las discusiones en las que se apela a su «espíritu» carece de todo fundamento. 

 

 

Navaja de Ockham

La conocida como «Navaja de Ockham» es un principio filosófico escrito por el fraile franciscano Guillermo de Ockham a mediados del siglo XIV y que sigue teniendo plena vigencia en el siglo XXI.

Dicho principio asegura que «cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, debe preferirse la teoría más simple a la más compleja» o dicho de otra forma y adaptado al mundo de las empresas: en una organización siempre ha de apostarse por el proceso más sencillo, tanto en la estructura de la organización como en la forma en la que se toman las decisiones.

Un ejemplo que explica la navaja de Ockham y que ilustra cómo han de tomarse decisiones en el seno de una estructura es el siguiente: si uno se encuentra en una ciudad y escucha galopar, es posible que se trate de caballos o de cebras, pero se debe optar por considerar que son caballos ya que es la opción más probable.

Principio de Hanlon

El principio de Hanlon también apuesta por el humor como base de su formulación. El principio afirma: «Nunca atribuya a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez».

No existen evidencias de la existencia de Hanlon, y algunos aseguran que sólo se trata de una de las miles de leyes que pueden encontrarse en los libros de Murphy.

No obstante hace énfasis en el especi al poder que tiene la estupidez humana para arruinar el mejor de los proyectos, y es que hasta el propio Albert Einstein afirmaba que «Sólo hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo».

Leyes de Murphy

Una Ley de Murphy es un breve enunciado a manera de ley científica que lleva el pesimismo al extremo, pero que puede ser interpretada optimistamente, al menos echando mano del sentido del humor. También hay Corolarios, Reglas, Máximas, Definiciones, etc., todas en el mismo tenor.

En MuyPymes no podíamos terminar este especial sin citar a la genial Ley de Murphy, que afirma básicamente (en sus múltiples variantes) que si algo puede ir mal, seguramente lo hará.

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