Cambiamos la toalla y el bañador por el traje y la corbata, la sombrilla y la nevera por el portátil. Llega septiembre y con él la vuelta al cole de los mayores también. Toca reincorporarse al trabajo e iniciar mentalmente una nueva etapa profesional y personal que suele estar marcada por el establecimiento de una serie de metas –similar a lo que sucede cuando comienza un nuevo año- y retos que uno se plantea para mejorar en lo laboral o bien a nivel personal.
Esta transición no es fácil y para ello hay que preparar la mente y utilizar las energías renovadas con las que se llega de las vacaciones para sacar todo el partido a nuestra jornada. Es recomendable que esta vuelta a la oficina sea gradual. Un primer día de toma de contacto, charla con los compañeros para intercambiar impresiones, alguna que otra reunión breve para comentar asuntos pendientes y vaciar la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico.
A continuación, con las cartas boca arriba, resulta útil elaborar un listado con las tareas más inmediatas que hay que abordar, los proyectos o trabajos en los que estamos inmersos e ir dando prioridad a unos sobre otros. La organización y la planificación será clave para no sentirnos desbordados en los primeros días por las numerosas actividades que es probable que tengamos que hacer nada más volver.
Esto en lo profesional, pero en lo personal también es un momento de cambios y buenos propósitos. La mayoría de ellos tiene que ver con la salud: dejar de fumar, mejorar la alimentación, adelgazar, hacer deporte, etc. También están los objetivos de mejorar la capacitación, como es el caso de aprender nuevos idiomas o realizar cursos o cursar un master o posgrado. El objetivo final, además del área que cada uno elija, tiene que ver con la mejora, la autorrealización personal, lo cual es muy positivo, siempre que se trate de objetivos realistas, coherentes y alcanzable y a ser posible formen parte de un proyecto personal de vida que les dé y les dote de sentido.
Sólo los más realistas, con ideas claras y tenaces persisten en sus objetivos. Sin embargo, hay un considerable número de personas –las más caprichosas o influidas por la moda del momento– que establecen objetivos que se desvanecen con facilidad. A la mínima dificultad desisten. Pero, hay gente con una clara determinación que sí ponen los medios para alcanzarlos. Así, para que estos objetivos no caigan en saco roto, además de que respondan a las necesidades de cada uno, es fundamental hacer un balance de costes –el esfuerzo necesario para llevarlo a cabo– y beneficios –las ventajas que va a implicar–. La elección del momento más adecuado también es primordial, ya que no cualquiera vale.
