Tanto si somos emprendedores experimentados como si nuestro joven proyecto está dando sus primeros pasos, existen ciertas preguntas a las que deberemos saber dar respuesta en cada momento, y que constituyen la base de nuestro negocio.
En MuyPymes no tenemos todas las preguntas, y probablemente tampoco todas las respuestas. Aún así, hemos recopilado seis cuestiones que creemos que es necesario responder antes de iniciar cualquier aventura empresarial o incluso antes de dar un paso que va a cambiar la estrategia de nuestra empresa.
1. ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia?
Evidentemente hablamos de nuestra existencia como empresa, no como seres humanos. Muchas empresas tienen un sentido en el momento en el que nacen, pero pasado un tiempo no acaban de darse cuenta de que la realidad del mercado ha cambiado y que no han sabido adaptarse.
Otras, en cambio, no han sabido definir bien su producto desde un principio y acaban encontrándose en una especie de «tierra de nadie» de la que no siempre resulta sencillo salir.
Así pues, antes de dar un paso no sólo hay que preguntarse si dicho paso tiene sentido, sino también si nuestra idea de empresa sigue siendo válida o por el contrario hay que redefinir ciertos aspectos.
2. ¿Quiénes son nuestros clientes?
¿A quién le estamos vendiendo nuestros productos? A veces, después de una «pequeña» investigación podemos darnos cuenta que el perfil de cliente que adquiere nuestros productos/servicios dista (bastante) de la idea de público objetivo que teníamos cuando diseñamos nuestro plan de marketing.
Si este es nuestro caso, cabe preguntarse por qué nuestra «idea» no corresponde con la de nuestros clientes, cómo estamos siendo percibidos y poder así actuar en consecuencia.
3. ¿Son nuestros productos/servicios realmente necesarios?
Demasiado a menudo las empresas piensan que sus productos son buenos, útiles y necesarios por el simple hecho de que el responsable de su diseño, distribución, venta, etc. piensa que es así, sin basarse en ninguna percepción externa. Éste suele ser el primer paso que conduce a un fracaso asegurado.
Las empresas que no tienen en cuenta el feedback que constantemente les están proporcionando sus clientes (y los que todavía no lo son) poco tienen que hacer en un mundo cada vez más globalizado, donde las críticas, las reseñas etc,. enseguida saltan a la Red.
4. Incluso si nuestros productos son necesarios…¿realmente existe un nicho de mercado que justifica un nuevo negocio?
Aunque podamos detectar una necesidad real, no siempre entrar en él va a implicar que vamos a obtener un beneficio palpable. Puede por ejemplo que en nuestra ciudad no exista ninguna publicación cultural, a pesar de que en nuestra ciudad hay cines, teatros e incluso una ópera.
En teoría debería haber un espacio para una publicación de estas características, pero de hecho, no la hay. Antes de lanzarnos a este nicho, deberemos preguntarnos eso: ¿Por qué no la hay? En este mismo sentido podemos preguntarnos por qué ese local de la calle mayor siempre acaba estando en alquiler (independientemente del negocio que se monte) o qué hace que un local A esté lleno y uno B vacío ofreciendo en teoría lo mismo.
5. ¿Qué está haciendo nuestra competencia?
Por muy buenos que seamos, no podemos sobrevivir si lo único que hacemos es «mirarnos el ombligo» y decirnos a nosotros mismos «sí, realmente somos muy buenos», mientras que sin darnos cuenta nuestra competencia nos pasa por la izquierda y por la derecha.
Si queremos innovar, tenemos que tener muy presentes que nuestros competidores estarán observando muy de cerca cada uno de nuestros movimientos, aprendiendo de nuestros aciertos y evitando nuestros errores. Nosotros deberíamos hacer lo mismo.
6. ¿Podemos reducir costes sin que este recorte afecte a la calidad de nuestro producto?
La teoría clásica asegura que al recortas costes, nuestro margen crecerá y por lo tanto los beneficios serán mayores. Este axioma que en sí mismo parece ideal en una época de recesión económica, resulta totalmente inadecuado cuando dicho recorte afecta directamente a la calidad de nuestro producto.
Pueden (y de hecho muchas veces deben) reducirse los costes, pero siempre que redunde en una mayor productividad y un incremento en la satisfacción de nuestros clientes.