El mundo de los emprendedores, como tantos otros, está lleno de lugares comunes, frases hechas y verdades que se toman como incuestionables. ¿Pero tiene que ser así necesariamente? ¿Y si cuestionamos algunas de las creencias que con más fuerza parecen instaladas en la mentalidad empresarial? Es precisamente lo que ha hecho Lloyd Shefsky, profesor en la Kellog School of Management y que en un artículo para Inc.com se esfuerza en desmontar tres de los mitos mejor asentados en el mundo emprendedor. Son los siguientes:
1. Poner en marcha tu propia empresa es más arriesgado que trabajar para otra empresa
Es difícil poder demostrar que esto no sea así. Montar nuestra propia empresa es desde luego arriesgado, pero no lo es tanto como muchos tendemos a creer. Es cierto que por un lado el 90% de las empresas acaban fracasando antes de cumplir los cinco años de vida, pero también lo es que el número de empresas que fracasa durante el primer año es relativamente bajo. Es decir, no es verdad que la mayoría de las nuevas empresas fracasen de forma casi inmediata y la mayoría tienen una oportunidad real de hacer negocios durante un tiempo.
Por otro lado la historia demuestra que esto siempre ha sido así. La inmensa mayoría de las empresas, simplemente acaban desapareciendo. Un índice tan significativo como el Dow Jones muestra de hecho que si comparamos las compañías cotizadas en el año 2000 y en el año 1900, únicamente una compañía (General Electric) ha sido capaz de mantenerse a flote.
Las cosas cambian rápidamente y la empresa que no sea capaz de adaptarse al cambio que le exige el mercado y sus clientes acabará cerrando, sin importar si se trata de una joven startup o de una gran empresa con más de sesenta años de historia.
2. No abras una empresa en un sector en el que no hayas trabajado antes
Es un mantra que se repite una y otra vez como una verdad a la que no le afecta el paso del tiempo. ¿Vas a emprender? Tienes que conocer perfectamente tu mercado y preferiblemente haber trabajado antes en él. Es la única forma de conocer cómo funciona, cómo se trabaja y cuáles son las armas con las que juega la competencia.
Uno de los problemas que tiene este planteamiento (que por otro lado no deja de ser válido) es que el haber trabajado de forma inmersiva en un mercado, el haber sido educado en las normas y reglas de un sector determinado, puede impedirnos ver dónde se encuentra una oportunidad disruptiva, o cómo podemos marcar la diferencia. En ocasiones la diferencia sólo podemos marcarla si somos capaces de mirar desde fuera.
3. No escuches a tus detractores
Otra de las verdades que suelen decirse en los círculos emprendedores es que a los críticos, a los que sólo quieren «tumbar» tu idea, es mejor no prestarles ninguna atención. ¿Por qué? Porque puede que en realidad estén proyectando su tolerancia al riesgo sobre ti, se preocupen de forma excesiva por la buena salud de tus finanzas, o tengan sus propias razones para disuadirte de que pongas en marcha tu propio negocio.
En cambio saber escuchar las críticas, aceptarlas cuando sean razonables y aprender de las mismas para ponerlas en marcha en nuestro negocio, no siempre es mala idea. Incluso si significa modificar nuestro plan de negocio original.