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Viernes, 26 Abril 2024

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La competitividad IT permitiría a Europa captar entre 2 y 4 billones de euros al año

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Según el informe «Garantizar la competitividad de Europa. Abordar su brecha tecnológica«, de la consultora McKinsey, Europa podría generar entre 2 y 4 billones de euros al año, de aquí a 2040, si recupera la competitividad empresarial y tecnológica.

En un contexto condicionado por los desafíos que se han desarrollado en los últimos años, Europa se ha sumergido en una crisis que ha cuestionado sus competencias tecnológicas y la futura competitividad de sus empresas, poniendo en peligro su protagonismo en la política económica mundial. Tanto es así que, según el estudio, el crecimiento de los ingresos de las grandes empresas europeas entre 2014 y 2019 fue un 40% más lento que el de las compañías de Estados Unidos. Además, invirtieron un 8% menos y gastaron un 40% menos en I+D que las empresas estadounidenses incluidas en la muestra.

«Nos encontramos ante una gran oportunidad para Europa. El viejo continente puede abordar sus carencias en materia de rendimiento empresarial e innovación y posicionarse como uno de los referentes de la política económica a nivel global”, asegura Sven Smit, Presidente de McKinsey Global Institute.

En lo que respecta a tecnologías limpias, a pesar de que Europa sigue a la cabeza en patentes y financiación de capital riesgo, China se ha situado a la cabeza en la producción de este tipo de tecnologías en casi todos los ámbitos, y Estados Unidos lidera la mayoría de las tecnologías de vanguardia, incluida la fusión nuclear. En materia de inteligencia artificial (IA), la inversión de las empresas estadounidenses es seis veces superior a la de sus homólogas europeas, y en el ámbito de la 5G, Europa cuenta con fuertes proveedores, pero va a la zaga en el despliegue.

Uno de los principales motivos de la brecha tecnológica de Europa con respecto a otras potencias mundiales ha sido la especialización en sectores como la industria, la automoción o la moda, entre otros, donde el viejo continente contaba con una ventaja competitiva relevante. Situación que ha cambiado por completo debido a que la tecnología ha recaído en todos los sectores, algo que ha reevaluado el liderazgo del continente en estos sectores en los que acostumbraba a posicionarse por delante del resto de potencias mundiales. De hecho, hoy en día, Europa lidera solo dos de las diez tecnologías transversales que marcarán la futura ola de innovación tecnológica en el mundo, y está a la cola en materia de innovación, producción y adopción de estas tecnologías.

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Como respuesta a los constantes desafíos que se están gestando a nivel global, la disrupción tecnológica supone un reto para las industrias europeas. Europa necesita actuar a mayor escala y velocidad y nivelar el terreno de juego para que sus empresas puedan competir con el resto d potencias mundiales”, apunta Sven Smit.

Apostar por el optimismo

A pesar de esta crítica situación, los datos del informe demuestran que Europa cuenta con motivos suficientes para apostar por el optimismo. En lo que respecta al gasto de capital público y privado en el despliegue de tecnologías bajas en carbono, Europa lideró la inversión para impulsar la transición energética en 2020 con 166.000 millones de dólares, apostando por las energías renovables, el almacenamiento de energía, los vehículos eléctricos y la calefacción, el hidrógeno y la captura y almacenamiento de carbono. China quedó en segundo lugar, con 135.000 millones de dólares, y Estados Unidos en tercer lugar, con 85.000 millones de dólares. Los cinco países europeos que más capital destinaron a la inversión fueron Alemania (39.000 millones), Reino Unido (26.000 millones), Francia (20.000 millones), Países Bajos (19.000 millones de dólares) y España (13.000 millones de dólares).

Además, Europa cuenta con menos emisiones de carbono per cápita que Estados Unidos y China, y las emisiones están disminuyendo entre un 30 y un 50% más rápido que las de dichas economías. La desigualdad de ingresos, medida por el índice Gini, es sólo de 30, frente a los 41 de Estados Unidos. Y los diez primeros países que encabezan el Índice de Movilidad Social, publicado por el Foro Económico Mundial, son europeos.

“El valor añadido que las empresas europeas podrían generar de aquí a 2040 equivale a entre el 30% y el 70% del crecimiento previsto del PIB europeo entre 2019 y 2040, o a seis veces la cantidad necesaria para lograr emisiones netas cero en 2050, por lo que el reto consiste en rescatar e impulsar la competitividad de las compañías europeas”, recalca Sven Smit.

España, motor del impulso económico europeo

Una de las principales ventajas competitivas con las que cuenta el viejo continente es España, que se ha posicionado como uno de los principales motores del impulso económico europeo. De hecho, España tiene un sólido historial en materia de sostenibilidad, por delante de la media de Europa, Estados Unidos y China en cuanto a emisiones de CO2 per cápita registradas en 2019, lo que refleja el elevado uso de la energía solar en nuestro país. En lo que respecta a aspectos de inclusión y bienestar, como la esperanza de vida o el progreso social, que tiene en cuenta todos los avances que afectan a la mejora de las condiciones de vida de las personas, España también se situó muy por delante de la media de Europa, Estados Unidos y China en 2020.

En lo referente al crecimiento y la prosperidad, España tiene peores registros que en otros ámbitos. El crecimiento del PIB per cápita entre 2000 y 2019 fue inferior al de China, Estados Unidos y los países europeos, lo cual “refleja el hecho de que España sufrió gravemente la crisis inmobiliaria de 2008 y la posterior crisis de la eurozona”, según Alejandro Beltrán, socio director de McKinsey.

Respecto al flujo de inversión extranjera directa (2019) y la deuda privada (2020), España está muy cerca de la media europea, pero el saldo de su cuenta corriente es algo peor que el de Europa y tiene una deuda pública mayor, tomando los datos de 2020 en estos dos últimos aspectos.

Por último, en la comparación con Estados Unidos y Europa, las empresas españolas salen peor paradas en lo relativo al retorno del capital invertido en I+D, cuyos niveles están un 36% y un 52% por debajo de las compañías estadounidenses, respectivamente. “Un retorno de la inversión relativamente débil puede, en cierto modo, reflejar un peso importante del sector de las infraestructuras y de las empresas minoristas, apunta Alejandro Beltrán.

En cambio, el crecimiento de los ingresos de las compañías españolas es mucho mayor que el de las europeas y se sitúa cerca de las estadounidenses, algo que se podría explicar. Asimismo, en inversión (gastos de capital y capital invertido), las empresas españolas no se alejan demasiado de las europeas y las de Estados Unidos.

Los líderes empresariales deben involucrarse, asumir más riesgos y aumentar la competitividad, por ejemplo, estableciendo objetivos ambiciosos a largo plazo, ajustando los incentivos y aprovechando las fusiones y adquisiciones programadas para situar a Europa como una de las principales potencias del panorama tecnológico global”, finaliza Alejandro Beltrán.

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