Cada vez son más los ciudadanos que piensan que ante la envergadura de la crisis económica, los desmanes de estados y fondos de inversión, los movimientos especulativos, etc. el capitalismo ha entrado en una profunda depresión, que ya no sirve como modelo económico sobre el cual sustentar el mundo.
Se decía hace unos años que la UE y los países del G20 estaban dispuestos nada menos a «refundar el capitalismo», pero entonces los mercados volvieron a la carga, hundieron Grecia, Irlanda y Portugal y dispararon las primas de riesgo. España es su penúltima víctima y nuestros queridos vecinos de Italia, pueden ser los próximos. ¿Qué nos queda?
Al principio sin hacer ruido, pero cada vez con más insistencia, se empieza hablar de la «Economía del bien común» un movimiento utópico que han empezado a abrazar algunas empresas.
¿Qué es la economía del bien común?
En primer lugar, «La economía del bien común» es un libro escrito por el economista y politólogo austriaco Christian Felber. De pensamiento un tanto heterodoxo, Felber parte de planteamientos tan sencillos como los siguientes:
- ¿Es razonable que la diferencia entre el salario mínimo y un gerente sea de 800 veces en Austria, 5.000 veces en Alemania o 65.000 veces en Estados Unidos?
- ¿Es normal que empresas que se aprovechan de la mano de obra infantil, que no respetan los derechos de los trabajadores, que contaminan, etc. puedan competir en la mismas condiciones que las empresas responsables?
- ¿Debe ser exclusivamente el beneficio económico el único valor que impulse a las empresas del siglo XXI?
Para Felber el egoísmo, el afán de lucro por encima de las personas, la competencia a toda costa, un sistema de crecimiento que se basa en la desigualdad, etc. son los principales causantes de la crisis en la que nos encontramos.
¿Cuál es la alternativa? La economía del bien común. Un modelo que no renuncia al libre mercado, sino que modifica el concepto de éxito empresarial. En una entrevista concedida a ABC, Felber explica que «hoy el éxito se mide en relación al beneficio financiero, mientras que el económico se mide con el PIB. Son indicadores obsoletos, pues lo que debe determinar si la economía avanza es el grado de satisfacción de las necesidades humanas».
En este sentido, Felber aboga por cambiar el afán de lucro y la competencia por la cooperación y los beneficios sociales. Pasar en definitiva de una economía basada en el egoísmo a otra basada en la cooperación. Esto suena muy bien, pero ¿Por qué deberían las empresas cambiar de modelo? ¿En qué les beneficiaría?
Felber asegura que los Gobiernos que apuestan por esta economía, reconocen a las empresas que se preocupan por el bien común y por lo tanto les darán prioridad (beneficios fiscales, ayudas, etc.) frente a aquellas que no lo hacen, que no son socialmente responsables.
A través de una serie de indicadores, Felber propone crear un índice de responsabilidad de las empresas (respeto por el medio ambiente, conciliación laboral, brecha salarial, derechos laborales, etc.) etiquetando los productos y servicios de las empresas en función de su grado de compromiso de modo que además de los beneficios fiscales que las empresas puedan obtener, los consumidores también puedan reconocer de qué forma una empresa está o no, trabajando por este bien común.
Más que una utopía
La economía del bien común ya está siendo abrazada por empresas y entidades locales de todo el mundo. En concreto, más de 600 empresas en 15 países han optado ya por aplicar sus criterios y en nuestro país son varios los grupos locales y compañías que ya trabajan con estas claves.
Es sin embargo, una carrera de fondo, un cambio de mentalidad que debe implicar tanto a la sociedad, como a los Gobiernos y empresas, pero que si se pone en marcha, poco a poco comienzan a verse unos resultados que suelen traducirse en un descenso dramático del paro y pensiones garantizadas.
En su aplicación maximalista, Christian Felber propone en su libro postulados tan interesantes como…
- Apoyar a bancos que únicamente financien empresas e iniciativas que además de rentables, mejoren la calidad de vida de las personas y respeten la naturaleza.
- Considerar que únicamente una empresa tiene éxito si contribuye a reducir al paro y sus objetivos están en consonancia con necesidades reales.
- Instaurar un año sabático por cada década trabajada, con el fin de reducir matemáticamente el paro en un 10%.
- Las empresas con buenos balances del bien común disfrutarán de ventajas legales: tasas de impuestos reducidas, aranceles ventajosos, créditos baratos, privilegios en compra pública y a la hora de reparto de programas de investigación, etc.
- La democracia representativa será completada por la democracia directa y la democracia participativa, etc.
Si estás convencido de que el mundo puede cambiar y quieres conocer más sobre los principios de la economía del bien común, te animamos a visitar el siguiente enlace.