Joven, ropa extravagante, gafas de pasta, posiblemente bigote, amante de movimientos culturales minoritarios, pero atados a las nuevas tecnologías. Es el cliché que define al hipster, que como casi todo movimiento, ha sido etiquetado y comercializado. Y sin embargo si escarbamos un poco, si vamos más allá de lo que parece evidente, podemos descubrir cómo muchos de sus valores no sólo son interesantes, sino que ya están empezando a cambiar la forma en la que vivimos, afectando a la economía real, a las de las personas. En este artículo te contamos cómo la cultura hipster probablemente ya haya empezado a cambiar tu vida.
La vuelta al barrio
Frente a las grandes superficies, los hipermercados y los grandes centros comerciales, la cultura hipster reclama una vuelta al barrio, a la tienda de toda la vida, pero adaptándose por supuesto al siglo XXI. Vuelven los antiguos ultramarinos, las pequeñas tiendas de moda e incluso la artesanía, que en esta cultura toma un especial protagonismo.
Producción local
La cultura hipster reclama de la misma una «vuelta al campo». A que los consumidores puedan disfrutar de los productos de su tierra, sin pasar por una eterna cadena de intermediarios. Se premia al productor local, a la fruta y verdura de temporada y los productos biológicos.
Esta tendencia ya ha calado hondo incluso en Internet, donde webs como «La mejor naranja» o Mumumio han sabido conectar con una cultura que quiere abandonar (al menos en parte) la alimentación excesivamente industrializada.
Consumo colaborativo
La cultura hipster no sólo cambia lo que consumimos, sino también la forma en que lo hacemos. Como tiene una fuerte carga ecologista, los seguidores de esta tendencia intentan en lo posible apostar por un consumo sostenible. Aquí el consumo colaborativo crece con fuerza, aprovechándose de la enorme ventaja que supone estar conectados a Internet.
Aquí se encuadran por ejemplo iniciativas como BlaBlaCar para aquellos que deciden compartir coche en sus desplazamientos, Airbnb para os que piensan que no es necesario acudir a un hotel o aquellos que creen que merece la pena financiar un proyecto empresarial en Kickstarter y otras plataformas de crowdfunding.
Diferenciación
Para bien o para mal, vivimos en un mundo de franquicias. Lo que comemos, cómo nos vestimos, qué cultura consumimos o cómo nos divertimos está en parte determinado por esa cultura franquicia en la que estamos inmersos.
En cambio la cultura hipster, bien entendida, es un grito que llama a abandonarla. Lo minoritario por lo tanto se convierte en signo de identidad y una vez más, lo artesanal se abraza con fuerza. Esta tendencia se refleja en plataformas on-line como Etsy o incluso Fancy que permiten que cualquiera que tenga una habilidad especial, pueda montar su propio negocio.
Personal branding
En el mundo laboral no importa ya tanto lo que hemos sido o lo que hemos hecho, sino quiénes somos. Qué escribimos en nuestro blog personal, qué compartimos en Twitter, Facebook y otras redes sociales y en definitiva cómo construimos nuestra identidad digital.
Algunas plataformas como About.me nos dan todas esas herramientas para construir esa imagen personal. Porque ya no somos un Curriculum Vitae, sino un nombre.com
Start-ups y Coworking
Aunque la cultura start-up y el movimiento hipster no son equivalentes ni están directamente relacionados, lo cierto es que comparten una serie de puntos comunes. Se podría decir en este sentido que hay una parte de start-ups (especialmente en el sector tecnológico) que comparten parte de la filosofía de los segundos.
No tener oficinas propias o instalarse en centros de coworking. Reuniones en bares y en cafés, para «por supuesto» ser mucho más creativos y re-inventar conceptos clásicos como una simple bicicleta, son sus señas de identidad.
Sin dinero
Por último tenemos que hacer referencia a la cultura del no dinero. En este apartado la tecnología ha vuelto a ser determinante par que vuelvan a tomar protagonismo movimientos que parecían haberse olvidado. El trueque, los bancos de tiempo, un nuevo movimiento que apuesta directamente por regalar lo que ya no queremos y el auge del mercado de segunda mano, se encuentran dentro de esta corriente.
Hay bancos de tiempo independientes como Cercamia.com (con su sección para pymes y autónomos) y lo hay patrocinados por grandes marcas como Infojobs. Existen decenas de plataformas que fomentan el trueque, como Favoralia o Reciclalia y el auge de lo vintage (o directamente de todos esos objetos que vivieron mejores tiempos) está empezando a cambiar el panorama urbano.