La crisis ha puesto de moda un sinfín de modalidades comerciales como la de franquiciar un negocio. Y no es para menos: a simple vista, el funcionamiento de este método empresarial es de lo más sencillo.
Se trata, según explica el portal basepyme.es, de un “acuerdo de colaboración entre empresas independientes por el que el franquiciador cede al franquiciado, a cambio de una contraprestación económica, el derecho a utilizar su marca y su saber hacer para vender productos o servicios, prestándole para ello una asistencia técnica y comercial”.
Por tanto, la teoría dice que esta modalidad comercial se basa, desde el punto de vista del franquiciador, en replicar un negocio (el mismo que él ha puesto en marcha) y recibir un pago por ello. Sin embargo, los expertos aseguran que para llevarlo a la práctica es necesario que se cumplan varios factores.
El primero de ellos es estar seguro de que el modelo es rentable; es decir, que da beneficios. Una vez que te hayas cerciorado de ello, tendrás que dedicar tiempo a preparar las dos fases que existen en el proceso de abrir una cadena de franquicias.
La primera consiste en crear una estrategia y una planificación de la central franquiciadora (es decir, cómo vamos a organizarnos) y, la segunda, en la activación de dicho plan (esto es, en expandir el negocio).
“Ambas etapas incluyen una serie de procesos intermedios, de cuya correcta ejecución dependerá el éxito final del proceso de expansión. Por eso recomendamos acudir a asesores especializados en la materia”, señala el portal.
El principal motivo que dan los expertos para acudir a un profesional es que, en esos pasos intermedios, deberás revisar y analizar que el concepto de nuestro negocio se puede replicar, que tus finanzas están lo suficientemente sanas como para afrontar el proceso (una franquicia puede exigir un esfuerzo económico y también, un cierto descuido al negocio propio), estudiar a fondo el mercado en el que va a desarrollar su actividad y elaborar unas perspectivas de futuro lo más realistas posibles.