El sector turístico se frota las manos. Si se cumplen sus previsiones, 80 millones de turistas habrán visitado nuestro país en 2017. Un auténtico récord que convierte a España en uno de los destinos más deseados del mundo pero que a la vez, genera cada vez más problemas de convivencia en ciudades como Barcelona, en las que la turistificación se ha convertido en una de las principales fuentes de preocupación para sus habitantes.
De momento, la cifra estimada de visitantes internacionales que habrán llegado a España entre enero y agosto alcanzará los 56,7 millones, un 8,8% más que en el mismo período de 2016. Por ello, el presidente de CEHAT, Juan Molas, ha calificado esta campaña estival de «récord», con un crecimiento de hasta el 10% para la demanda nacional (que ya supone el 50% de la actividad turística), frente al 30% al que llegó a caer durante la crisis en algunas zonas del norte del país.
Los principales mercados emisores de turistas, según el último observatorio de la industria hotelera, seguirán siendo este verano Francia, Alemania, Inglaterra y países nórdicos por este orden, según las expectativas que manejan los hoteleros. Hasta mayo la mitad de las reservas fueron ocupadas por británicos, alemanes e italianos.
Los hoteleros esperan este año un grado de ocupación media del 84% y una mejora de la rentabilidad (ocho de cada diez esperan ganar más por habitación), aunque también subirán sus costes: hasta un 3% los salariales y un 6% los energéticos.
Lo peor para ellos, la que califican como «competencia desleal vía Internet» de los pisos turísticos no regulados y plataformas como Airbnb o HomeAway, para las que han pedido una mayor regulación que les permita competir en igualdad e condiciones.