De cuando en cuando tenemos la fortuna de vivir cambios realmente relevantes en el mundo de la informática. Últimamente esos cambios suelen llegar de servicios web revolucionarios que cambian nuestra forma de entender Internet, y con mucha menos frecuencia dichos cambios ocurren en el mundo del hardware, donde pocas empresas tienen el talante y la capacidad de dar esos saltos. Apple es sin duda una de esas empresas con ese talante y esa capacidad.
Ambas características han sido cruciales para que Apple lanzara al mercado un iPhone 4 absolutamente brillante hace ahora dos años. Aquel smartphone llegaba por primera vez con una pantalla Retina, una tecnología que posibilitaba llevar a las pequeñas pantallas de los iPhone 4 resoluciones de 960×640 píxeles y densidades de 326 píxeles por pulgada. El logro era brutal: el ojo humano era incapaz por primera vez de distinguir los píxeles en la pantalla, y la definición de todos los elementos (textos, imágenes, vídeos) era prodigiosa.
La tecnología dio un salto más el pasado mes de marzo, cuando el iPad de tercera generación también integró esta pantalla con el mérito adicional de hacerlo en un tamaño de pantalla muy superior -9,7 pulgadas- aunque en esta ocasión el coste fue una densidad ligeramente menor, de 264 píxeles por pulgada, para lograr una resolución final de 2.048×1.538 píxeles. Como pudimos combrobarentonces, el resultado –aunque mejorable– era igualmente espectacular.
Pero quedaba un último (¿o quizás penúltimo?) escalón: llevar la tecnología Retina display a los portátiles de Apple, algo que se venía rumoreando desde hace meses y que la empresa confirmó el pasado 11 de junio de 2012, cuando se presentó el MacBook Pro de nueva generación, también llamado MacBook Pro con pantalla Retina. El equipo ensombreció al resto de los protagonistas de la jornada: por muy relevantes que fueran iOS 6, OS X Mountain Lion o las nuevas gamas evolucionarias de los MacBook Air y MacBook Pro “tradicionales” (que también han mejorado de forma notable), el nuevo MacBook Pro es demasiado relevante. Demasiado diferencial. Y la culpa de todo ello la tiene esa tecnología que hace que en esta pantalla de 15,4 pulgadas dispongamos de una resolución casi absurda por lo inmenso: 2.880×1.800 píxeles.
Ese es el salto cualitativo que tuvimos la fortuna de experimentar el pasado 11 de junio, porque tenedlo claro: el futuro de los portátiles -y probablemente, de los televisores y monitores para PCs tradicionales- pasa por ofrecer resoluciones similares o incluso superiores a las que hoy en día Apple. Y ese cambio, como veremos más adelante, tendrá efectos colaterales muy relevantes en muchos campos de la informática actual.
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