Hace unos días, pudimos ver cómo la presión ha terminado por alcanzar a una de las jóvenes estrellas españolas de Twitch. Joaquín Domínguez, creador de contenido conocido como ‘ElXokas’ anunció que se tomaba unos días de descanso a raíz de una polémica surgida por unas cuentas falsas que manejaba en Twitter fingiendo ser seguidores.
La necesidad de parar de ‘ElXokas’ vuelve a poner en evidencia que, aunque la de influencer es la profesión más deseada por los jóvenes españoles, no es oro todo lo que reluce. Y es que las incontables ventajas que intuimos que existen, a cambio de generar contenidos para dar visibilidad a diferentes marcas, trae consigo una gran cantidad de riesgos psicosociales.
“Hay dos partes diferenciadas de esta ‘cara B’ de los influencers, los ciberdelitos y los trastornos psicosociales”, asegura Marcos Blanco, profesor de ESIC y socio fundador de la agencia digital Gestazion.com, “cualquier persona puede ser víctima de una estafa, de un robo de información personal o bancaria a través de internet. Pero la probabilidad de que esto le suceda a un influencer se multiplica: la continua conexión con sus seguidores a través de directos o historias de Instagram y otros perfiles sociales hace que sean mucho más vulnerables a este tipo de situaciones”.
De hecho, cada vez es más frecuente encontrar noticias en los medios sobre influencers que han sido víctima de este tipo de delitos, como la suplantación de identidad en otras redes sociales, incluso en plataformas de contenido para adultos, el secuestro de dispositivos o cuentas e incluso la extorsión económica.
“Debemos tener en cuenta que estamos ante personas que se ganan la vida con su reputación digital, por lo que este tipo de peligros a los que se enfrentan pueden poner en riesgo su credibilidad y, por lo tanto, su negocio. Para un influencer la marca personal lo es todo: hablamos de una profesión que implica una dedicación diaria y constante para construir una identidad fuerte y una comunidad fiel”, añade.
Sin desconexión digital
Otro de los riegos asociados con los influencers es la falta de límites entre el trabajo y la vida privada. “Estamos ante personas que tienen un nivel de fama similar a la de cualquier personaje famoso, pero que se enfrentan a ella con menos experiencia y conocimiento de lo que esto puede suponer para su vida diaria. Ser influencer implica vivir por y para generar contenido, para destacar, para obtener likes, para conseguir que sus seguidores los vean, etc. Y esto provoca que siempre estén conectados a sus perfiles sociales, respondiendo a la gran demanda de sus millones de seguidores”, explica Blanco.
Además de esta falta de desconexión, saber navegar en la interacción con los seguidores y demás público en sus perfiles es fundamental para ellos. “La sobreexposición en los perfiles sociales; la búsqueda de una constante validación por parte de sus seguidores (y de los que no lo son); las críticas y comentarios ofensivos; o crear una identidad en base a lo que los usuarios demandan, son graves riesgos a los que se enfrentan los influencers de manera continua, algo que puede provocar ansiedad e incluso depresión”.
