En España, la fabricación y posesión de armas de fuego está regulada por ley, por lo que imprimir dichos artefactos con máquinas de tecnología 3D es ilegal. Sin embargo, hay muchas personas que utilizan esta ventaja para comercializarlas porque se considera uno de los negocios más beneficiosos del mundo. El crecimiento del comercio clandestino de armas, impulsado por el avance tecnológico de la impresión 3D, representa una gran amenaza para la seguridad pública, como advierte Europol, ya que cada vez son más frecuentes las incautaciones relacionadas con este tipo de delito en Europa.
La «Operación Odilo«, en el año 2020, marcó el inicio de una serie de desmantelamientos de talleres clandestinos en España, donde se ensamblaban estos artefactos utilizando este hardware. Desde entonces, han salido a la luz otros delitos similares, siendo el más reciente en diciembre de 2023, cuando fueron detenidas seis personas en Madrid, Jaén y León, desarticulando tres lugares ilegales dedicados a la fabricación de artefactos de fuego.
“Como toda tecnología con gran potencial, la fabricación y modelado 3D tiene también la posibilidad de usarse indebidamente. En lo que se refiere a la fabricación de armas, las máquinas capaces de fabricar piezas metálicas representan un peligro. Sin embargo, no es muy diferente a las máquinas CNC de piezas metálicas que existen desde hace años”, asegura Félix Orjales, experto del Máster en Modelado e Impresión 3D de MINT.
Los riesgos del uso indebido de impresoras 3D
La falta de control sobre la fabricación y posesión de estas armas ilegales genera preocupaciones sobre el aumento de la delincuencia y la falta de seguridad ciudadana, una sensación que confirma, sobre todo, la sociedad norteamericana en diversos estudios. La fabricación clandestina facilita la falta de identificación de propietarios (sin licencias) y armas -que no cuentan con números de serie- y, en algunos casos, puede complicar la resolución de delitos.
Sin embargo, la profesionalización del mercado de la impresión 3D puede desempeñar un papel importante en la reducción de la impresión de objetos peligrosos. “Las impresoras domésticas convencionales trabajan con polímeros plásticos, que muy difícilmente pueden resistir la energía de salida de un proyectil”, tranquiliza el experto de MINT. En todo caso, es posible minimizar aún más los riesgos que existen en España. Esto se logra a través del control de acceso a impresoras 3D avanzadas, la regulación de los materiales utilizados, la verificación de los usuarios que acceden a estas tecnologías y la concienciación sobre los peligros de estas máquinas.
“Es normal que ante el desconocimiento alrededor de un tema surjan miedos y dudas. La gente asocia la proliferación de impresoras domésticas con otro tipo de máquinas, como las que son necesarias para la fabricación de armas u órganos. Aunque se trata de impresión 3D, son tecnologías diferentes y cada una tiene sus limitaciones”, asegura Orjales.
