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Jueves, 18 Abril 2024

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9 consejos para preparar un gran discurso

 

Hablar en público no es mucho más complicado que cualquiera de las otras tareas que desarrollamos a lo largo de nuestra jornada laboral y sin embargo, son muchos los que temen ese momento en el que tienen que armarse de valor y «soltar un discurso» esperando que todo vaya bien.

Sin embargo, hablar en público no es ni tan «traumático» ni tan «complicado» si nos hemos preparado bien. Como en cualquier otra habilidad, el discurso tiene un reglas muy definidas que podemos estudiar y practicar cien veces hasta hacerlo bien.

1. ¿Quién es nuestra audiencia?

Lo primero que tenemos que tener en cuenta antes de preparar nuestro discurso es el perfil del público al que nos vamos a dirigir. ¿Quién forma nuestra audiencia? ¿Qué es lo que les interesa? ¿Cuál será su (más que probable) actitud? ¿Por qué deberían escuchar lo que tenemos que decir? 

Por otro lado, también tenemos que tener en cuenta algunos detalles más prácticos. ¿En qué orden vamos a intervenir? Si participamos por ejemplo en un ciclo de conferencias, en un seminario, en un curso, etc. tenemos que tener en cuenta qué es lo que ya les han contado, y quién se lo ha contado. Si en cambio somos nosotros los primeros, es de buena educación no «pisar el terreno» a los que van a intervenir después.

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Si la organización recae sobre nuestras espaldas también deberemos considerar otros elementos, por ejemplo la necesidad de traducción simultánea, la elaboración de un dossier informativo, etc.

2. Hablar con la organización

Cuando se nos invita a participar en un curso o en un ciclo de conferencias o simplemente a dar una charla en una empresa, suele haber un motivo muy concreto. Aunque pueda parecer una pregunta muy obvia, nunca sobra el preguntar al organizador qué es lo que espera de nuestra intervención, cuáles son los puntos en los que deberíamos profundizar más, etc. No se trata de acudir a una sala y «soltar nuestro rollo», sino sobre todo de comunicar, de establecer una relación con nuestro público.

 

 

3. ¿Dónde vamos a dar la conferencia?

Un buen orador es aquél que domina perfectamente el espacio en el que se encuentra. Por ese motivo, antes de acudir al acto resulta muy importante conocer de cerca cómo es la sala en la que vamos a intervenir, además de otros aspectos relacionados con la «logística». Entre otros comprobaremos lo siguiente:

– La disposición del público.

– La posición que ocuparemos en la sala.

– Elementos técnicos a nuestro alcance (micrófono, proyector, vídeo, etc.)

4. Puntos clave

¿Cuál es el objetivo de nuestra intervención? Esta es la pregunta a la que debemos dar respuesta antes de comenzar a escribir nuestro discurso, que precisamente debe girar entorno al mismo.

Aunque tengamos muchas cosas interesantes que decir, en general conseguiremos un mejor resultado si centramos nuestros esfuerzos en trasladar a nuestra audiencia uno o dos mensajes claves que si saltamos de un punto a otro sin una estructura lógica.


 

5. Prepara la improvisación

Uno de los elementos que más agradece culquier público durante una presentacion, por muy árdua o importante que ésta sea son esos pequeños momentos que parecen totalmente improvisados pero que en realidad han sido meticulosamente preparados.

No se trata de esperar que el público piense que estamos improvisando, sino de crear ciertos momentos de distensión, incluso de risa que consiguen que nuestra intervención fluya de una forma mucho más suave.

Así, una buena idea mientras preparamos nuestra intervención consiste en recopilar todo aquello que se nos va ocurriendo sobre la marcha: anécdotas, pequeños chistes, ideas relacionadas… todo ese material es útil para enriquecer nuestro discurso.

6. Construir la estructura

Nuestro discurso debe de tener una estructura clara y simple. En este sentido, si no queremos ser excesivamente originales podemos optar por una estructura clásica, como por ejemplo comenzar nuestra intervención planteando un problema que afecta de forma directa a nuestro público, explicando precisamente porqué y cómo les afecta, y ofreciendo finalmente una posible solución.

Como si fuese una obra teatral, un discurso ha de tener un planteamiento, un nudo y un desenlace, tres breves actos con los que conseguiremos que nuestro mensaje llegue a la audiencia. Si empleamos en cambio planteamientos complejos, en los que no se acaba de ver claro qué es lo que se quiere transmitir, pronto nuestro público se sentirá defraudado.

7. Luces y sombras 

Como hemos explicado en el punto 5, un discurso es un ente vivo que debe apartarse de la frialdad de un informe o un libro de texto. Nuestra audiencia no acude a escucharnos esperando encontrar lo mismo que podría leer en una enciclopedia, sino cierto «contacto humano» que crea vínculos de unión y comunicación.

Por supuesto que no se trata de convertir nuestra intervención en un show, pero tampoco podemos limitarnos a leer un discurso frío, de datos y variables estadísticas. Como en la vida, el discurso tiene que tener momentos serios, y otros mucho más relajados.

8. Practicar, practicar, practicar

Una vez que hayamos elaborado nuestro discurso llega el momento de ensayar. De ser posible lo haremos en la sala en la que intervendremos, o en una similar. Lo haremos en voz alta, moviéndonos, caminando, ensayando nuestros gestos. La improvisación, sobre todo si no tenemos años de experiencia en este campo, no suele proporcionar grandes resultados, más bien todo lo contrario.

9. No hace falta memorizar

A menos que no dispongamos de una memoria privilegiada, no podremos memorizar todo nuestro dicurso. Por otro lado, no hay nada peor que aprendernos un texto de memoria para después «soltarlo» frente a un grupo de persona como si estuviésemos pasando un exámen de oposición. Lo importante es que tengamos clara la estructura del discurso, que aprendamos a separar la información en bloques.

Si es así, podemos apoyarnos sobre algunas notas que nos ayuden a seguir el hilo argumental de lo que estamos diciendo. Podemos utilizar tarjetas con ciertos puntos clave, apoyarnos en breves oraciones… el único límite lo ponemos nosotros.

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