El trabajo dignifica al hombre, pero puede que no sea precisamente lo más sano del mundo. Al menos así lo asegura un reciente estudio de Randstat en el que se indica que tres de cada cuatro trabajadores reconocen que su salud se ha visto afectada en algún momento a causa de su trabajo.
En concreto, el 28% de los encuestados admite que el trabajo afecta a su salud a menudo, el 24% que lo hace sólo en momentos de estrés, y el 22% señala que el trabajo afecta a su salud pero no de manera habitual.
Según Randstad, el miedo a perder el empleo está provocando un descenso del absentismo laboral y un incremento del llamado ‘presentismo’, es decir, mayor presencia en la oficina, aunque no se produzca un aumento de la productividad.
La intensidad laboral y el estrés causado por la crisis está provocando la aparición de nuevas patologías laborales, como el ‘burnout’ o ‘síndrome del quemado’ (relacionado con esfuerzos laborales que no se ven compensados); la adicción al trabajo o la fatiga crónica.
Otras patologías relacionadas con el estrés son la ergodependencia (no poder dejar de trabajar ni un solo día durante periodos muy largos) y el tecnoestrés, relacionado con el uso de Internet y las nuevas tecnologías en el trabajo.
Físicamente, el tecnoestrés se manifiesta a través de dolores de cuello o cervicales, y un síntoma del mismo puede ser consultar el correo electrónico de manera autómata.