Si hay una persona que en España conozca de primera mano cómo funciona el ecosistema emprendedor, no es otro que Gonzalo Martín Villa, CEO de Wayra. La aceleradora de startups de Telefónica ha invertido ya en 315 startups desde su lanzamiento y únicamente 41 han acabado fracasando. Tal y como ha explicado al Wall Street Journal, hay algunos motivos muy claros que indican que una startup va de cabeza hacia su fracaso como empresa. Son los siguientes.
No contratar a las personas adecuadas
Es importante tener grandes ideas, pero aún lo es más tener el talento y la capacidad para llevarlas a cabo. Tal y como cuenta Martín Villa, una de las startups más interesantes que acercaron al proyecto Wayra era la liderada por dos hermanos ingleses que habían ideado un sistema de comunicación NFC que permitía a los smartphones conectarse a redes Wi-Fi sin necesidad de introducir una contraseña.
Pero lo que empezó siendo una gran idea, acabó convirtiéndose en un gran fracaso cuando se descubrió que buena parte del dinero que se había invertido en la startup, se destinó no tanto al desarrollo de la aplicación como a organizar fiestas y eventos de networking que poco tenían que ver con el core business del negocio.
No tener en cuenta el mercado
Saber a quién nos dirigimos es fundamental si aspiramos a que nuestra startup tenga alguna posibilidad. No todos los CEO son Steve Jobs, capaces de inventarse nuevas categorías de producto. Determinar no lo que nuestro público necesita (lo ideal), sino lo que puede llegar a necesitar (gurú visionario) no suele funcionar.
En el caso de Wayra, su CEO cuenta que una startup española quería financiación para un proyecto que permitiría a los usuarios escanear la colección de libros que tienen en casa, transformándola en un código QR que podía compartirse en las redes sociales. Y la pregunta lógica en este caso es: ¿Quién quiere saber cuáles son los libros que tiene otra persona en su casa?
Dejar al margen a los inversores
Según el CEO de Wayra, en ocasiones las startups son tan celosas de su proyecto y tienen una política de secretismo tal con sus propios teóricos inversores, que deja de resultar atractivo realizar la inversión.
Martín Villa cuenta que en más de una ocasión a Wayra han intentado exigirle firmar cláusulas de confidencialidad antes incluso de presentarles el proyecto, o de darle derechos únicamente sobre las aplicaciones menos atractivas. En ambos casos la respuesta de Wayra es la misma: enseñarles amablemente dónde se encuentra la puerta de salida.
Ignorar la necesidad de ser rentables
No todos los emprendedores son Marck Zuckerberg. Y la mayoría (especialmente en España) deberían ser conscientes de que su startup tiene que ser rentable, porque el grifo de la financiación se puede cerrar igual de rápido de lo que tarda en abrirse. De hecho, para Martín Villa, el caso de Facebook es un mito, un mito que difícilmente va a volver a repetirse.
Sólo un porcentaje pequeñísimo de startups pueden aspirar a ser las próxima Twitter o Whatsapp. Y las que lo pueden hacer, seguramente no se encuentran actualmente dentro de nuestras fronteras.
Ser aburridos
La próxima startup que se presente como la siguiente red social, o como la próxima solución de mensajería instantánea, recibirá tanta atención por parte de los inverores como la que la mayoría de los habitantes del planeta (menos los de la common wealth) prestan a un partido de cricket.
Para ejemplificar lo que es una startup no aburrida, Martín Villa cuenta el ejemplo de una startup colombiana que recibió financiación gracias a una propuesta muy original: monitorizar en granjas y ranchos cuáles eran las vacas que en cada momento tenían más posibilidades de quedarse preñadas, de modo que se maximizase la eficacia de los sementales. ¿Cómo lo conseguían? Con el uso de chips y Big Data.