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Martes, 23 Abril 2024

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El «chollo» de ser trabajador: «esos privilegiados»

Que nadie te engañe. España sigue inmersa en una profunda crisis económica. Si en los últimos años se te está haciendo más llevadera, es porque tras destruir casi todo el empleo destruible, las cifras del paro ya no son tan escandalosas. Si el turismo se ha recuperado, «agradéceselo» a la inestabilidad terrorista que campa a sus anchas en destinos que solían ser más baratos (Turquía y Egipto principalmente). Y sí, puede que se esté creando empleo, pero como nos recuerdan los sindicatos cada mes, a cambio de un poder adquisitivo en plena caída libre.

Como la precarización del empleo es lo que se lleva, desde algunos sectores luchan a brazo partido para convencernos de que cualquier colectivo cuyos trabajadores ganen más de 1.000 euros netos al mes, han de ser necesariamente unos «privilegiados» y su trabajo un «chollo» que poco menos que han heredado de forma feudal.

¿Lo más curioso? Que están empezando a convencernos. Y las barras de bar y las tertulias políticas se llenan de voceros que gritan que «ya está bien», que «hay que acabar con los privilegios». Y es comprensible que los segundos, la voz de su amo, se plieguen ante la publicidad institucional que amenaza con dejar de untar sus medios. Pero el problema son los primeros, todos esos trabajadores a los que ya han convencido de que la precariedad «es lo normal», porque si tienes para comer…¿para qué quieres más?

Estibadores, mineros, taxistas, barrenderos: esos «privilegiados»

Nos hemos idos acostumbrando a que palabras como «chollo», «mafia», «privilegios»,  e incluso la muy podemita «casta» se aplique no solo a banqueros, grandes empresarios o ricos herederos, sino también a todo tipo de trabajadores que antes de la crisis económica eran simplemente «compañeros».

La imagen del taxista se asocia ahora a la de un «peseto loco» que en realidad representa a una asociación (Élite Taxi) muy minoritaria en el gremio. Y sí, puede que la mayoría del sector del taxi haya tardado en adaptarse a la amenaza de Apps como Uber o Cabify, pero tampoco les falta razón cuando afirman que no se les exige lo mismo a unos que a otros. ¿Hace falta que le taxi se adapte a los nuevos tiempos? Por supuesto, pero también es necesaria una mayor regulación de su competencia.

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De los mineros jubilados dice «El Mundo» ahora, que «cobran el doble que la media nacional». El autor del artículo no cuenta por supuesto si ha tenido el «privilegio» de trabajar en una mina, o de sufrir una de las enfermedades incapacitantes que obligan a la mayoría de los miembros de este colectivo a retirarse de su actividad profesional antes de los 50 años.

En la famosa huelga de limpieza que en 2014 dejó Madrid echa unos zorros, para la publicación «Libertad Digital» la culpa era de los barrenderos, ese otro colectivo privilegiados que «chantajeaba a Madrid». ¿Qué es lo que pedían? Según su autor «su único objetivo es mantener intactos sus privilegios laborales, cuyo coste sufraga el contribuyente de forma obligatoria». Podría haberlo dicho de otra forma. Que querían defender sus derechos adquiridos de forma justa y que tal vez el problema era que el Ayuntamiento de Ana Botella había decidido realizar una subasta a la baja, premiando a las empresas que menos estuviesen dispuestas a pagar a sus trabajadores.

¿No ver la luz del día durante 12 horas? Otro privilegio. De nuevo una huelga de los trabajadores de Metro sirvió como excusa a la publicación «Periodista Digital» para publicar su exclusiva: «El privilegiado y exclusivo chollo de ser empleado fijo del Metro de Madrid» Además de calificar los 38.000 euros anuales que cobrar los maquinistas como de «asombroso privilegio» se rasgaban las vestiduras ante políticas como el anticipo de nómina, préstamos para adquirir viviendas o seguros de vida. Eso que en la mayoría de las grandes empresas privadas también existe y se vende como RSC o salario emocional. Lo dicho: un privilegio injustificado que más vale que les quiten ya.

Y por supuesto no podíamos olvidarnos de nuestros queridos estibadores, esos seres diabólicos que van a conseguir que nuestros paquetes de Amazon no lleguen a tiempo. El siempre imparcial «OK Diario» describe perfectamente en «La casta de los estibadores: sueldo de 70.000€, puestos hereditarios y jornadas reducidas» las justas aspiraciones que debería tener el trabajador de un sector que no solo tiene unas condiciones laborales peligrosas (con varias muertes por año y una siniestralidad de nada menos que 46,5 accidentes con baja por cada 1.000 trabajadores), sino que salvo casos de máxima productividad, cuentan con un salario de entre 30.000 y 40.000 euros al año. Y sí, puede que sea necesaria como en tantos otros sectores, una reforma. Pero no parece que sean una clase especialmente privilegiada.

El peligro de vulgarizar el término «privilegio» es que puede que en última instancia no acabe por significar nada. Porque puede que el próximo señalado, el próximo «privilegiado» seas precisamente tú.

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