Es el dueño de medio mundo. Literalmente. Larry Fink es el mandatario de la mayor compañía de gestión de activos del mundo, el fondo BlackRock. Desde el corazón de Midtown en Manhattan, donde esta sociedad tiene su cuartel general, este hombre controla los hilos de gran número de empresas, gracias a un emporio financiero con un poderío de casi cinco billones de euros. No es poco si se tiene en cuenta que representa cuatro veces la producción de la economía española en un año.
Un hombre que desde su posición ha aprovechado para mandar mensajes al mundo financiero, como ha sucedido siempre que ha criticado la tendencia de los mercados a orientar sus inversiones hacia el corto plazo. Hace sólo unos días, Flink denunciaba que mientras los ricos se han hecho de oro con esta crisis, el resto de ciudadanos ha tenido que afrontar unos crecimientos salariales escasos.
La prestigiosa revista Forbes dice de él que “es a menudo la primera llamada que hacen los gobiernos y hombre de negocios de todos el mundo con preguntas, desde clientes a socios incluidos el Tesoro norteamericano, la Reserva Federal de Nueva York, AT&T y Google”.
Larry Fink ha llevado a BlackRock a convertirse en la sociedad de gestión de activos imprescindible en todo el globo. Ha dejado atrás nombres con tanto pedigrí como Fidelity, State Street Global Advisors o Vanguard. Número uno en la intermediación de renta fija y acciones y en toda una gama de productos de financiación.
Los hilos del poder
Una popularidad que le ha situado muy cerca del poder político, como cuando Donald Trump ganó las elecciones y formó parte del exclusivo grupo de asesores empresariales de la Casa Blanca. Un idilio que finalizó cuando el presidente realizó las desafortunadas declaraciones tras los incidentes de Charlottesville, que le llevó a abandonar estos consejos asesores.
Un hombre contundente, que no duda en cambiar su tono desde el consejo a la advertencia. Como cuando envió una carta a los responsables de la empresas en las que había invertido y les indicaba que “si BlackRokc comprueba que las compañías no han hecho los esfuerzos necesarios para proteger los intereses de nuestros clientes, no dudamos en ejercitar nuestros derechos y votamos en contra de los consejos o de aquellos planes de retribución de los directivos que no están alineados con los intereses de los accionistas”.
Rey de las hipotecas
Fink inició su trayectoria como banquero en los años setenta y alcanzó notoriedad como agente de compra y venta de activos respaldados por hipotecas. Un producto idéntico que el que provocó el estallido de la crisis en el año 2007. En 1988 funda con otros socios la empresa BlackRock, cuya principal misión era invertir los fondos de sus clientes. En 1992, BlackRock se convierte en una sociedad independiente con Fink a la cabeza.
En 1993, el grupo de Fink gestionaba ya un portfolio que superaba los 20.000 millones de dólares bajo gestión. Pero un año después, en una pugna por el control de la sociedad, Fink vende su participación del 32% en el negocio a un banco de Pittsburg.
Durante los siguientes 15 años, BlackRock crecería a un ritmo vertiginoso. Saldría al mercado en 1999, compraría State Street Research & Management por 375 millones de dólares en 2004, se fusionaría con Merrill Lynch Investment Managers por 544.000 millones de dólares y compraría un fondo de fondos llamado Quellos.
En la que se ha convertido en su transacción más emblemática, adquirió el negocio global de gestión de activos de Barclays. Con ello, la empresa que comenzó como una sociedad de inversión en bonos ha terminado por abrazar los mercados de acciones, fondos de apalancamiento, inversiones inmobiliairas y fondos cotizados en bolsa.