Viajar, ya sea en tren o en avión, puede convertirse en una auténtica pesadilla para las personas especialmente sensibles ante la suciedad y los gérmenes.
De hecho, según el portal de viajes Travelmath.com, aeropuertos y aviones no destacan especialmente por su limpieza: más bien todo lo contrario: ambos espacios pese a los esfuerzos que se ponen en su mantenimiento, suelen estar bastante más sucios que el hogar medio.
Una de las sorpresas que muestra el estudio es que los baños son son ni mucho menos, los principales focos de suciedad y bacterias. En el interior de la cabina del avión, el espacio menos higiénico, con mucha diferencia, es la mesita abatible que incorporan los asientos. Le siguen los conductos de aire acondicionado que se sitúan sobre las cabezas de los pasajeros, el botón para tirar de la cadena en el baño y el siempre manoseado cinturón de seguridad.
En el aeropuerto, el espacio menos saludable lo constituyen las fuentes públicas en las que podemos beber, a mucha distancia de las cerraduras de los baños.
Como también se indica en el informe, la presión incremental que desde hace unos años están recibendo las aerolíneas (especialmente las low-cost) para embarcar y desembarcar a sus pasajeros lo antes posible (time is money) contribuye muy poco a mejorar la limpieza de los habitáculos que más bien al contrario, presentan una situación higiénica muy cuestionable.
Tanto es así, que los expertos ya recomiendan a los viajeros evitar comer nada que haya entrado en contacto con la bandeja de nuestro asiento. Si tras ese viaje de 5 horas, comenzamos a sentir cierta molestia intestinal, podemos estar casi seguros a quién echar la culpa.