Muchos trabajadores aseguran que son mucho más productivos cuando se encuentran bajo presión, en proyectos estresantes que les obligan a rendir al máximo en un tiempo límite. Otros, sin embargo se bloquean ante un incremento de la presión que reciben.
Todos reconocemos que las situaciones continuadas de estrés son perjudiciales, aunque también es cierto que existe una «tasa de estrés» tolerable, que resulta beneficioso para el trabajador. Sin embargo… ¿conocemos nuestros propios límites?
Práctiamente todos nos hemos visto envueltos en algún momento en una situación de estrés. Fechas de entrega que se aproximan peligrosamente, tareas inesperadas que aterrizan sobre nuestra mesa a última hora, reuniones que se alargan más de lo deseable…incluso las situaciones que vivimos fuera del ámbio laboral pueden producirnos un estrés que lugo trasladamos a nuestro trabajo.
¿Cómo reaccionamos ante una situación de estrés? ¿Dónde está la frontera entre el considerado como el estrés bueno, que nos ayuda a ser más productivos, y aquél que es claramente perjudicial para nuestra salud física y mental? ¿Conocemos nuestros límites? ¿Qué tasas de trabajo (y por lo tanto de estrés) podemos asumir?
Los beneficios de estrés
Son muchos los trabajadores y profesionales que están de acuerdo en que asumir una tasa moderada de estrés les ayuda no sólo a ser más productivos, sino que también resulta beneficioso para su salud mental. Son personas que no soportan pasar por largos periodos de inactividad, en los que la carga de trabajo es muy baja, por lo que necesitan de estímulos constantes que les hagan permanecer siempre ocupados.
En este sentido, un poco de estrés es una de las armas con las que podemos vencer la temida procrastinación, pero también es verdad que no son pocos los que esperan hasta el último momento para comenzar a realizar una tarea, con lo que pasan de tener una tasa de estrés moderada a una elevada, lo cual no es ni mucho menos deseable.
Los efectos negativos del estrés
Una alta carga de estrés, de forma continuada, es altamente perjudicial para nuestra salud física y mental. Tanto es asi, que el estres no sólo se encuentra como factor de origen de otros males psicológicos como la ansiedad y la depresión, sino que es causa directa de trastornos físicos (especialmente los relacionados con el sistema digestivo) así como alteraciones del sueño, falta de descanso, dolores articulares, malestar general… En los casos más graves, podemos encontrar el estrés como una de las causas principales de afecciones cardíacas.
Y sin embargo…
A menos que vivamos en un monasterio budista, hemos de aprender a convivir con el estrés. Es algo inevitable. Lo importante es aprender a conocer como reaccionamos ante las situaciones estresantes, dónde ponemos nuestros límites. ¡Ojo! No todos podemos asumir los mismos niveles de estrés. Como hemos dicho anteriormente hay personas a las que les encanta vivir bajo presión mientras que otras realmente necesitan un espacio de paz y tranquilidad para poder trabajar.
Además, no sólo es importante que cada persona conozca cuáles son sus límites, sino que los responsables, los mandos intermedios, o los dueños de las pymes han de aprender a conocer cómo responden sus trabajadores a una situación de estrés: a quién pueden presionar más, a quién han de dejar más «a su aire», etc.
¿Es negociable el estrés? Es decir… si realmente nos sentimos mal en nuestro trabajo ¿podemos negociar con nuestros superiores la «presión» que recibimos?. Los expertos afirman que lo ideal es hacerlo, exponer claramente la situación, y buscar alternativas que en algunos casos pueden suponer simplemente aligerar temporalmente la carga de trabajo, y en otras pueden pasar por un cambio de departamento o funciones.
En última instancia, y a pesar de la crisis económica, si no podemos reducir nuestros niveles de estrés, la mejor solución es cambiar de trabajo. Es una s¡tuación drástica, pero necesaria y naturalmente seremos nostros los que decidamos que «ya no podemos más».