La reciente feria del libro en Frankfurt ha servido para tomarle el pulso a la sociedad alemana sobre un fenómeno que está causando sensación en Estados Unidos pero que aún se ve con muchas reservas en el viejo continente.
Angela Merkel ya criticó hace unos días a Google por su programa Google Books, y los asistentes a la feria siguen confusos por el concepto de los libros electrónicos. Las editoriales tampoco lo ponen fácil, y todo apunta a un desembarco mucho más lento del e-book en Europa.
Mientras que el Kindle, el Sony Reader y otros dispositivos están popularizándose de forma notable en Estados Unidos, al otro lado del charco las ventas e interés por este tipo de dispositivos son mucho más limitados.
Eso es lo que se ha podido demostrar en la reciente Feria del Libro de Frankfurt, un evento que ha servido para confirmar -como ocurrió durante la Feria del Libro de Madrid- que los editores ven al libro más como una amenaza que como una opción, y de momento no están apostando por un formato que parece destinado a convivir con su homólogo en papel.
Alemania es un buen ejemplo de esa reticencia: el gobierno regula la industria editorial y mantiene altos los precios de los libros de forma premeditada para proteger a los autores, editores y a los pequeños vendedores de libros.
De hecho, los libros electrónicos solo están disponibles bastante después de que las ediciones impresas se hayan estado vendiendo, y además esas versiones electrónicas mantienen el mismo precio que las ediciones impresas a pesar de que su coste de producción y distribución es mínimo.
Esto supone un freno definitivo para la industria de los libros electrónicos en Europa, pero puede que proyectos como Google Books -al que se ha opuesto recientemente la canciller alemana, Angela Merkel- puedan influir en la popularización de unas soluciones que, quieran o no los editores y autores, están llamadas a convivir con los libros tradicionales, sin tener porqué suponer una amenaza y una causa de su desaparición.