Siete de cada diez empresas familiares desaparecen cuando pasan a ser gestionadas por los hijos de sus fundadores por la falta de profesionalidad y la confusión de sus gestores entre el ámbito laboral y el familiar, según un manual publicado por la escuela de negocios de la Universidad Europea de Madrid.
Debido al impacto de este tipo de compañías en la economía, las profesoras de la escuela Cristina López-Cózar Navarro y Tiziana Priede Bergamini aconsejaron concretar un protocolo de actuación ante eventuales dificultades.
«La confusión de intereses personales y profesionales suelen ser un escollo importante, además de que en algunas empresas los miembros de la familia no tienen la profesionalización que requiere un puesto directivo», explicó López-Cózar, quien hizo hincapié en desarrollar «un instrumento que regule las relaciones personales, económicas y profesionales entre los miembros de la familia y la empresa».
No obstante, esta modalidad de empresas cuenta con una serie de fortalezas para encarar las turbulencias económicas en un contexto de crisis, prosigue el estudio, como «la unidad y fortaleza de la familia empresaria, la intención de permanencia a largo plazo y una estructura financiera conservadora».
«Un escenario económico hostil y la incertidumbre general que esto provoca lleva a muchos directivos a plantearse el futuro, por lo que muchas empresas no familiares consideran su venta o disolución. Sin embargo, el caso de la empresa familiar es diferente. La dedicación que pone una familia al cuidado de su negocio no tiene límites ya que es la base de su sustento, por lo que es preciso protegerlo y cuidar su desarrollo», precisó la profesora del IEDE Business School.
Por último, las expertas advierten de que «mientras no haya conflictos, no se echa de menos el protocolo, pero en el momento que estos empiezan, quizá ya sea demasiado tarde».