Una fuerte presencia sindical en el ámbito de las empresas, es un arma de doble filo. Por un lado, es cierto que esta presencia ayuda a que los trabajadores tengan una retribución más elevada por su trabajo, pero por otro, también lo es que aumentan los niveles de absentismo.
Lo dice el informe ‘Los sindicatos españoles: voz e influencia en las empresas’, elaborado por la Fundación Alternativas (próxima al PSOE). Se afirma en este documento que aunque los sindicatos pelean para conseguir un mejor sueldo para los trabajadores, se desatienden otras cuestiones igualmente importantes como son la disminución de la temporalidad, el acceso a la información, o la conciliación entre la vida laboral y profesional.
El estudio ha sido elaborado por los economistas e investigadores Carmen García-Olaverri y Emilio Huertas, a partir de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (ECTV) de los años 2006 a 2009, que publica el Ministerio de Empleo, y de sendas encuestas realizadas en 1996 y 2007.
El punto de partida es que los sindicatos cuentan entre sus afiliados con los trabajadores de más edad y experiencia (44 años y 6 años más de experiencia en el puesto de media que en el caso de los no afiliados), en los que centran la mayor parte de sus esfuerzos, y tienen más presencia en las grandes empresas.
Estas circunstancias explican, por ejemplo, que en el seno de la empresa se defiendan más las posiciones de los trabajadores de más edad, en lugar de los eventuales, o que los trabajadores afiliados reciban un 25% más de formación por parte de la empresa que los no afiliados.
El estudio destaca especialmente la relación existente entre los sindicatos y los salarios y el absentismo. Así, el 34,6% de las empresas remuneraba a sus empleados en 2007 por encima de la media de su sector, porcentaje que se elevaba hasta el 45,2% en el caso de aquellas con alta influencia sindical.
Al mismo tiempo, el absentismo medio en 2007 fue del 5,8%, mientras que en aquellas con alta presencia sindical ascendió al 6,7%. El trabajo sugiere que una explicación podría ser que los sindicatos pueden imponer a los empresarios «importantes trabas» para «disciplinar el comportamiento de los trabajadores más oportunistas, condicionando y limitando mucho la realización de despidos».
«De esta forma, el poder sindical actúa como un contrapoder de la dirección, como institución de protección de los trabajadores, incluso cuando estos no se comportan de forma adecuada e incumplen las obligaciones y compromisos negociados con la organización en la que están empleados», añade.