Hoy se celebra el Día Internacional del síndrome de Asperger, un trastorno neurobiológico que ha sido clasificado dentro de los trastornos del Espectro Autista (TEA). Las personas que tienen este síndrome (no siempre diagnosticado) pueden vivir plenamente integrados en la sociedad, desarrollando las mismas actividades que todos los demás. Sin embargo, sí comparten con los autistas ciertos comportamientos que afectan a su comunicación social, así como a su flexibilidad de pensamiento y de comportamiento.
Pero, ¿quién fue el médico que dio nombre a este síndrome? Johann Friedrich Karl (Hans) Asperger fue un pediatra austríaco que nació a principios del siglo XX en Viena. Tanto su formación como sus primeras prácticas se vieron muy influenciadas por la época nazi, no tanto a nivel político sino científico. Una de las grandes preocupaciones sociales de los nazis es que había ciertos niños que no lograban conectar con la comunidad que querían crear, especialmente no mostraban nada de interés en participar en actividades colectivas como las Juventudes Hitlerianas.
Los médicos alemanes (país al que viajó Asperger cuando era ya director de la sección de educación especial de la clínica infantil universitaria de Viena) se encontraban inmersos en diagnosticar y clasificar a estos niños. El doctor vienés se mostró muy interesado en el tema y, unos años después, estableció su propio diagnóstico para esta afección, que clasificó de «psicopatía autística», sobre la que elaboró una tesis. Los niños que estudió para su investigación compartían rasgos comunes de personalidad y comportamiento: «Ausencia de empatía, incapacidad para las relaciones sociales o crear vínculos de amistad, trastornos del contacto visual, la gestualidad, la mímica y el lenguaje, conversaciones solitarias, dedicación intensiva a un área concreta de interés y trastornos motores».
El doctor siguió analizando las mentes de cientos de niños durante todo el tiempo que la Alemania nazi estuvo en Austria, dictaminando que algunos tenían «habilidades intelectuales» fuera de lo común, aunque sentenciando que eran más un trastorno que un beneficio para ellos. Tras la guerra, su obra quedó prácticamente en el olvido hasta que fue rescatada en los años 80 por la investigadora inglesa Lorna Wing.
