Son muchas las personas que se ven incapaces de innovar, o que consideran que carecen del talento necesario para ser creativos en su trabajo, aportando ideas de valor para la empresa. Sin embargo la creatividad no se encuentra exclusivamente en los genes: es algo que podemos trabajar.
En ThinkSimple recogen los que consideran que son los siete hábitos de las personas altamente creativas e innovadoras, personas que parecen que siempre tienen una buena idea cuando más se necesita.
Desde distintos ámbitos (Administración, medios de comunicación, expertos, etc.) se insiste que las empresas españolas deben hacer un gran esfuerzo en innovación y desarrollo para situarse al mismo nivel que las empresas europeas. Traducido al mundo de la pequeña pyme, del comercio, del autónomo, la innovación no cabe entenderla como grandes inversiones en recursos en busca de una gran revolución, sino en la innovación sistemática, como método de trabajo, en la mejora constante de lo que hacemos y cómo lo hacemos. La innovación está constituida por pequeñas cosas, pequeños y grandes hábitos que mejorar, nuevos enfoques para una misma cuestión. ¿Por dónde empezar?
Perseverencia
Innovar es mucho más que tener grandes ideas. Generalmente, la innovación viene acompañada de grandes dosis de fe en lo que hacemos, mucho trabajo duro, y capacidad para focalizar nuestro esfuerzo en el resultado final, teniendo además la habilidad necesaria para esquivar los obstáculos que se presentarán durante el camino.
Resulta fácil quedar impresionados por una idea brillante o una innovación revolucionaria en nuestro sector, pero muchas veces no somos conscientes del duro trabajo que implica su consecución, ni vemos el conjunto de acciones que ha sido necesario desarrollar para llegar al resultado final. Una máxima de Thomas Edison resume perfectamente este punto: «Una invención es un 1% de inspiración y un 99% de perspiración».
Superar nuestros límites
Las principales barreras de la innovación se construyen con los ladrillos de nuestras inhibicones, los límites personales que nos auto imponemos. Nos creamos barreras mentales que pensamos ser incapaces de saltar, que nos llevan a asumir planteamientos limitadores e ideas convencionales que, desde luego, no nos van a ayudar a innovar.
Hemos de ser capaces de dar un paso más allá, abrirnos a nuebas ideas y soluciones, superando creencias que pueden estar fuertemente ancladas en nuestra forma de trabajar pero que no dejan de suponer un lastre. Este planteamiento es lo que muchos autores anglosajones definen como «think outiside the box». La innovación generalmente estñá más relacionada con la psicología que con el intelecto.
Asumir riesgos, cometer errores
Quien no arriesga no gana. Muchas veces, proyectos innovadores se paran en el último momento por el miedo al fracaso. Hay que entender que los proyectos pueden fracasar, pero que también hay mucho que aprender de nuestros propios fracasos.
No estamos hablando de «lanzarnos a la piscina» en cuanto tengamos una idea. Se trata sobre todo de experimentar. Crear prototipos, introducir constantes mejoras en nuestros productos, realizar test de usuarios/clientes, analizar el feedback que nos proporcionan, etc. Hay que aceptar nuestros errores, y obtener de ellos la mejor base para seguir adelante.
Escapar
Nuestro entorno de trabajo, el ambiente en el que nos movemos, puede afectar nuestra creatividad y de hecho lo hace. Cuanto más relajados estemos, más receptivos seremos para que nos alcance ese toque de inspiración que puede hacer que todo cambie. A muchas personas, las mejores ideas se les ocurren cuando están en la ducha, o antes de quedarse profundamente dormidas.
El hecho es que cada uno tenemos esos resortes que hacen saltar nuestra creatividad. Si los hemos identificado, aprovechemos esos momentos que, por otro lado también pasan por conseguir que nuestro ambiente de trabajo sea lo mas agradable posible.
Escribir y tomar notas
Las buenas ideas aparecen con la misma velocidad con la que se esfuman en el aire sin dejar rastro. Quizás esta es una de las razones por las que las personas que tienen fama de ser creativas o innovadoras suelen ir acompañadas por un cuaderno de notas en el que apuntan todas las ideas dignas de un estudio posterior.
Todo ellos suelen tener un método preciso para capturar la información, y saber hacer uso de la misma cuando la necesitan. A menos que tengamos una memoria realmente privilegiada, las probabilidades de recordar al día idea que nos asalta de forma intempestiva mientras tomamos un café o estamos en el metro, tienden a cero.
Las ideas nacen de otras ideas
No hace falta ser absolutamente revolucionarios para tener una gran idea. A veces basta simplemente con observar las «ideas que ya están en circulación» y mejorarlas, combinándolas de alguna forma única, original o relevante para nuestra empresa o sector. Innovar en muchas ocasiones no es inventar, sino adaptar lo que ya existe a nuestras necesidades.
Curiosidad
Muchas de las personas que nos rodean y a las que consideramos innovadoras o creativas, son en realidad personas muy curiosas, interesadas en saber cómo funcionan las cosas, en resolver problemas. Son personas que han aprendido a ver las cosas de forma diferente, que cuestionan las ideas y los preceptos que la mayoría de las personas piensan que son obvios.